El hambre emocional aparece cuando utilizamos la comida como una forma de regular y gestionar nuestras emociones.
De esta forma, intentamos satisfacer nuestras necesidades emocionales mediante la comida. No ingerimos alimentos porque realmente sintamos hambre fisiológica, sino como una forma de calmar nuestra ansiedad, vencer el aburrimiento, aliviar el enfado, etc.
A modo de reflexión, piensa en una situación que te haya generado malestar emocional, por ejemplo, suspender un examen, romper con tu pareja, un despido en el trabajo… ¿Cómo has gestionado esos momentos?, ¿has recurrido a comprar un bol de helado, tomarte una tableta de chocolate, cenar una pizza o hamburguesa?, o ¿has tratado de identificar y gestionar las emociones que te han generado, a través de cualquier otra actividad?
Si te fijas, es súper habitual ver este tipo de escenas, tanto en nuestra vida real, como en películas o series. Todos hemos visto en algún momento la típica escena de una persona llorando, con un bol de helado de chocolate para calmar el malestar.
Aunque es algo que todos hemos vivido, de una forma u otra, debemos tener en cuenta un aspecto importante y es que, cuando comemos por hambre emocional, la comida no va satisfacer nuestras necesidades emocionales. Es por ello que, cuando comemos algo para calmar nuestras emociones, a corto plazo es posible que nos alivie, pero a largo plazo, el sentimiento de malestar va a continuar estando presente.
Mente y cuerpo van dados de la mano, por lo que para poder regular y gestionar el hambre emocional, debemos, por un lado, aprender a controlar y trabajar nuestras emociones, y por el otro, disponer de información veraz sobre el tipo de alimentación que puede ayudar a sentirnos mejor emocionalmente.
En este apartado, voy a hablar sobre algunas de las estrategias emocionales que nos pueden servir de ayuda para identificar y gestionar nuestras emociones correctamente, sin la necesidad de tener que recurrir a la comida:
1. Utiliza la comida como una señal de alarma.
Cuando sientas que necesitas comer, párate 5 segundos y pregúntate:
2. Identifica tus emociones.
Una vez tenemos claro que el tipo de hambre que siento es emocional y no fisiológica, plantéate lo siguiente:
3. Introduce una conducta incompatible con la respuesta de comer:
El tipo de comida que ingerimos y el cómo nos sentimos mantienen una relación bidireccional, es decir, lo que comemos influye en como nos sentimos, y el cómo nos sentimos afecta a la forma en la que comemos.
Por ello, te cuento algunos alimentos, que nos ayudan a mantener nuestro equilibrio emocional. Además de resultar sanos, también contribuyen a sentirnos mejor emocionalmente:
Los alimentos fermentados y probióticos, ayudan a mantener el equilibrio de la microbiota, y ésta a generar mayor cantidad de serotonina, lo que ayuda a nuestro estado de ánimo.
No pasa nada por que de vez en cuando, ingiramos alimentos mas “insanos”, siempre y cuando sea de forma puntual y nunca como estrategia para regular nuestras emociones.
Es importante poder cuidarse tanto por dentro como por fuera, ya que todos los sistemas de nuestro cuerpo están interconectados, por lo que si, conseguimos adoptar un habito alimenticio sano y aprender a trabajar con uno mismo, llegaremos a alcanzar un estado de bienestar tanto físico como emocional.
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